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Dos meses después… alguien toca a mi puerta. Ya el timbrazo casi ha desaparecido, todo el mundo anuncia su visita por el móvil. Pero no, timbrazo nomás, sin previo aviso. Abro la puerta…
-¡Malena! ¿Qué hacés acá?
-Nada, venía a verte.
-Claro, pasá… ¿te abrieron abajo?
-Sí, un señor mayor…
    El viejo verde del tercero, seguro. Si fuese alguna de las damas del consorcio, seguro no pasaba. En jean, pero con el sombrero ladeado, era una mezcla absurda de jovencita moderna y tanguera… igual, cualquier cosa le quedaba bien. Me fui deliberadamente al sofá, y la invité a sentarse junto a mí.
-Vos dirás…
-¿Yo diré qué?
-Para algo viniste.
-Ya te dije, vine a verte.
-Pues ya me viste.
   Se puso de pie. Pero no se iba.
-Sos un boludo.
   La tomé de la mano y la atraje hacia mí.
-No te ofendas. A mí también me da gusto verte.
   Nos revolcamos sobre el sofá, y después sobre la alfombra. Tras saciar nuestra sed uno en la boca del otro, y antes de continuar al nivel inferior, Malena hizo un alto.
-¿Tenés algún tango para poner en tu equipo de música?
-No, la verdad…
-Ufa. Me traje el sombrero especialmente…
-Ya te lo soluciono.
    Tenía la PC prendida. Busqué en You Tube “Piazzola” y puse el primer tema que apareció: “Loco”. Una sonrisa de gozo anticipado encendió su rostro.
-Ahora sí…

   Estábamos fumando después del amor. Marihuana. Una sensación de plenitud inundaba mi pecho, y no me importaba nada.
-¿Te aburrió Quintana?
    Malena se rió.
-No, para nada.
-¿Cómo es eso? Quiero decir… no estarías acá.
-Aniceto es muy macho. Pero es un maniático…
-Ah.
-¿No me vas a preguntar cuál es su manía?
-Son problemas de alcoba ajenos.
-No te hagas el discreto.
-Bueno… vos dirás.
-¿Otra vez con el vos dirás?
    Me mantuve en silencio. No me importaba nada.
-Sos un tipo difícil.
-Algunas piensan eso.
-¿No te intriga saber cómo es Aniceto en la cama?
-No mucho. Mi relación con Quintana no es sentimental.
-¿Porqué lo seguís llamando por el apellido? Todos en el club se tutean, excepto ustedes dos.
-Es a causa tuya ¿no te das cuenta?
-No. ¿Qué tiene que ver?
-Venimos compartiendo una mujer. Eso crea cierta tensión entre nosotros.
-¿Y la tensión se evita tratándose de usted?
-No se evita, se mantiene. Si pasamos al tuteo, iniciaremos un acercamiento peligroso. La inevitable continuación serán las indirectas, los insultos y finalmente los golpes. Es preferible mantener la distancia.
-Qué complicados son los hombres.
-¿Te parece? Más bien creo que la complicación sos vos. Un día con uno, al día siguiente con el otro…
-No es por capricho. Aniceto es un maníaco.
    Guardé silencio para irritarla. Tal vez cuando me abandonó le dijo lo mismo a Quintana: “Demetrio es un maníaco. Le gusta hacer el amor con sombrero”.
-No me vas a preguntar…
-No.
   Se moría de ganas por contarme. Recordé la frase de Quintana en la confitería: “Vos conocés alguna mujer que sepa guardar un secreto?” y supe que Malena me lo contaría igual, aunque no se lo preguntase.
-Vos no sos como él.
-Seguro… no tengo tanta plata.
-Quiero decir, en la cama… me cuidás.
    Me dio un ataque de risa al oírla. Al principio traté de reprimirme, pero la frase era tan estúpida, que no pude evitar las carcajadas. Malena estaba confusa, tal vez ofendida, pero yo no podía parar. Rodé por la cama presa de una risa convulsiva y caí al suelo, lo cual me produjo más risa aún. Malena se asomó a verme preocupada, yo apenas podía respirar y me dolía el hígado. Finalmente, logré reponerme y volver a la cama.
-¿Cómo decías? –pregunté, mientras el ataque de risa amagaba con volver.
-Por fin parece que te interesa saber lo que me hizo sufrir ese maníaco. –Malena recelaba un poco ¿no la tomaba en serio?
-Contá, contá.
-No lo vas a creer… ¿viste que cuando bailé tango en su mansión me hizo poner una peluca morocha con trenza?
-Sí, me acuerdo. ¿Era parte de la coreografía?
-Eso me dijo entonces. La mujer ideal para el tango es “La Morocha”, con esa frase me convenció de ponerme la peluca.
-¿Y? ¿Por eso es un maníaco?
-Es que me hace poner la misma peluca para acostarme con él. No le gusto rubia.
-Bueno, sobre gustos...
-Esperá a oír lo que sigue. Aniceto no hace el amor así como así; primero empieza con un masaje. Me hace acostar de espalda, y me acaricia los omóplatos. Es un experto, lo hace muy bien. Me siento muy relajada en sus manos.
-Genial.
-A medida que se va excitando, me frota desde el cuello a la cintura, mientras murmura “Qué espaldita”… ahí me penetra.
-Es un maníaco, sin dudas.
-No te burles. Siempre decía sólo eso, pero la última vez se le escapó la frase entera. Cuando llegaba al éxtasis empezó a gritar “qué espaldita, Tita”, “sos divina, Tita”, y cosas así. ¿Entendés? ¡Estaba pensando en otra!
-Tita Merello…
-¡Esa! No sé quién es, seguro alguna amante que tuvo.
-No, es una antigua actriz y cantante de tangos, murió hace años.
-Peor. Necrófilo, encima.
-No es para tanto.
-No lo defiendas. Es un pervertido.
-Si vos lo decís…
-Ni le dije nada después. Me vestí y me fui.
-Más o menos lo mismo que hiciste conmigo la última vez.
-¿Qué?
-No hagas caso. Mejor no hablemos más de Quintana.
   Me levanté y fui a la PC. Puse el video musical de “Adiós Nonino”, y me dormí. Al despertar, Malena ya no estaba.











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