-Le toca elegir
a usted, Demetrio. Espero que no se le ocurra visitar una comunidad ortodoxa.
Sonreí, recordando viejas cenas familiares
en casa de mis padres. No se diferenciaban mucho de los mormones.
-Vayamos a
Hollywood… -Malena dejaba aflorar por fin su vena cholula. Tarde piaste pollo.
-Yellowstone.
-¿Qué hay ahí?
-El cataclismo
más grande del mundo en potencia. Pero es un lindo lugar.
-¿Se refiere al
parque nacional?
-Sí. Tiene la
ventaja de quedar muy cerca de acá. Sólo debemos cruzar al estado de Wyoming.
-Estamos en
invierno… ¿no pasaremos frío?
Malena tiritaba ante la sola idea de alejarse
de una estufa.
-Frío… y calor
al mismo tiempo. Te va a gustar.
No se habló más. Salimos a la ruta y
manejamos alternadamente durante ocho horas, rumbo a Wyoming. Pronto anocheció.
-Busquemos un
motel –propuso Quintana.
-Mejor no. En
los moteles siempre ocurren asesinatos –repuso Malena asustada.
-¿De dónde
sacaste eso?
-¿Acaso no ves
películas?
-Sí, pero… no
recuerdo ninguna de un asesinato en un motel.
-Yo nunca
entendí muy bien la diferencia entre un hotel y un motel –confesé.
-El motel está
sobre la ruta, y siempre es un poco más feíto –repuso Quintana, didáctico.
-Ah… ¿entonces
un hotel feo en la ciudad qué es?
-Un hotel.
-¿Y un motel
lindo sobre la ruta?
-Imposible. Esos
no existen.
-Los moteles
sobre la Panamericana son bastante lindos…
-Esos son Telos.
-Entiendo… ahora
me quedó claro.
Finalmente divisamos una edificación baja a
un costado de la ruta, con un cartel que increíblemente decía “Motel”.
-Parece bastante
feíto… debe ser un Motel de verdad.
Aparcamos el carro en el aparcadero -¿dónde
si no?- e hicimos noche allí. No ocurrió ningún asesinato.
Por la mañana me desperté como nuevo. Tras
haber desayunado salimos a la ruta y una hora después entramos al parque
nacional, con el primer sol dorando la nieve. “Yahuuuuuuuuuuuu” grité, mientras
corría hacia unas motos de nieve aparcadas en línea. Pasé la tarjeta de crédito
y monté en una roja, cuya carrocería brillaba al sol. Arranqué y salí arando
sin siquiera esperar a los demás, rumbo a lo desconocido. Unos bisontes se
cruzaron en mi camino, pero en lugar de frenar, aceleré y pasé entre la manada
como un bólido… siempre había querido hacer esto. Las ramas de los pinos
nevados me daban en la cara junto con los rayos del sol. Un zorro blanco me
persiguió un rato, pero después se cansó. Había cuestas suaves, fáciles de
superar con este vehículo. En las bajadas cobraba una velocidad de vértigo;
sólo debía asegurarme de no volcar. Anduve más de una hora sin parar, olvidado
de todo. Por fin llegué a un lugar donde la nieve se había fundido, y unas
burbujas sulfurosas asomaban aquí y allá, formando charcos traicioneros. Las
fui eludiendo con precaución, pues no deseaba terminar derretido. Más allá, un
géiser manaba desde las entrañas de la tierra hasta una altura de vértigo. Aquí
me detuve a esperar a mis compañeros, quienes tardaron media hora en llegar. Se
bajaron de sus motos y vinieron caminando hasta donde yo estaba, a orillas del
agua.
-Te habíamos
perdido… ¿qué hacés en cuero?
-Disfruto del
calor geotermal.
-Este es un
lugar increíble…¿porqué hablaba de un cataclismo aquí?
-Estamos sobre
un volcán ¿no se dieron cuenta? Para ser más precisos, se trata de una caldera
magmática gigante, mil veces más grande que la de un volcán común.
-¿Aquí abajo?
-Sí. La cámara
magmática ocupa toda la extensión de Yellowstone.
-Eso son millones
de hectáreas…
-Olvídese de las
hectáreas. Hablemos en kilómetros cuadrados.
-El parque
nacional se extiende por tres estados.
-Voilá.
-¿Y todo eso es
una caldera magmática?
-Exacto. Ahora
bien, como todo volcán, de vez en cuando esta caldera entra en erupción…
-No quisiera
estar aquí cuando eso ocurra…
-No quisiera
estar en el planeta Tierra cuando eso ocurra. Las consecuencias de semejante
erupción serían globales.
-¿Ocurrió alguna
vez en el pasado?
-Sí, hace unos
seiscientos cincuenta mil años.
-¿Y?
-No hubo
extinciones masivas. Aunque deben haber muerto millones de individuos de todas
las especies.
-La vida es
persistente, de eso no cabe duda.
-Hay varias
calderas gigantes como ésta repartidas por la Tierra. La última en hacer explosión
fue el supervolcán Toba de Indonesia, hace setenta mil años.
-Ya había
humanos modernos para entonces.
-Sí, y no se
extinguieron. Pero habrán pasado algunos veranos muy fríos a causa de la ceniza
volcánica suspendida en la atmósfera por varios años.
-Interesante.
¿Hay monitoreos sísmicos en este lugar, para prevenir una erupción?
-Sí, claro.
Aunque ese tipo de eventos no pueden prevenirse. Hace unos años cundió la
alarma por unos bisontes que huían en masa del parque, utilizando la carretera.
Pero no ocurrió nada.
Malena tomaba sol en top sobre una roca,
aprovechando el microclima cálido creado por los ojos de agua sulfurosos. En
cierto momento se acercó demasiado al géiser, y volvió empapada hasta nosotros.
-Sacate el top y
ponete una camisa seca, que nos vamos.
Miramos hacia otro lado mientras ella se
cambiaba, por pura forma, ya que ambos la conocíamos muy bien desnuda.
Enseguida montamos en nuestras motos de nieve, y seguimos viaje hasta el
infinito y más allá…
Terminada la excursión a Yellowstone,
devolvimos la todoterreno y tomamos un avión de regreso a Atlanta, y desde allí
volamos al día siguiente a Buenos Aires. Ya en Ezeiza abordamos un taxi que nos
fue dejando a cada uno en su casa. Yo bajé el primero y saludé a los demás con
un simple chau, como si viniésemos de jugar un partido de tenis. Hubiese sido
ridículo mostrarse sentimental.
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